Diversos
colectivos esotéricos afirman ser los herederos de las tradiciones ancestrales
relacionadas con esta práctica. El pensamiento analítico debilita las creencias
religiosas
Hasta
bien entrado el siglo XIX, se solía identificar la brujería con la adoración al
diablo, y como tal fue perseguida por la Iglesia. No obstante, hoy numerosos
antropólogos la conectan, más bien, con las reminiscencias de las prácticas
mágicas y los antiguos cultos paganos, especialmente los relacionados con la
naturaleza, que se extendían por Europa antes de que el cristianismo ocupara su
lugar.
A
mediados del siglo XX, el escritor ocultista Gerald Gardner impulsó el
desarrollo de la wicca, una religión mistérica descentralizada en la que
supuestamente fue iniciado por unas brujas británicas que mantenían vivo el
viejo sistema de creencias. La wicca se caracteriza por la magia ritual,
concibe la naturaleza como una manifestación de la divinidad y defiende la
existencia de dos deidades principales, que encarnarían los principios femenino
y masculino. Otras tendencias, caso de la tradición Feri o el cultus sabati,
incorporan sus propios símbolos y prácticas.
¿Y
dónde fueron más acosadas? A partir de 1320, el papa Juan XXII impulsó la
persecución de las brujas y los hechiceros, a los que consideraba en asociación
con Satanás. Aun así, en la mayoría de los procesos que se llevaron a cabo en
el siglo XIV, los inquisidores se mostraron escépticos.
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De hecho, lo que podría
considerarse como la auténtica caza de brujas no se haría masiva hasta el siglo
XVI, con la llegada de la Reforma protestante y la Contrarreforma. El
historiador William Monter, profesor de la Northwestern University, en EE. UU.,
y una de las mayores autoridades sobre este asunto, estima que se produjeron
por esta causa unas 35.000 ejecuciones, la mayoría en Europa Central.
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