Aunque nos cuesta mucho definir qué es un
hipster –¿un pijo que va en bici y viste como un mendigo? ¿Un moderno que
parece venir de los años 20?–, hay algo que todos tienen un común (si son
hombres, claro): se dejan barba.
El vello facial, desterrado durante décadas del
rostro masculino, ha regresado con mucha fuerza, un fenómeno que incluso ha
llamado la atención de la ciencia (quizás más por oportunismo que por
curiosidad). El pasado invierno un matemático trato de explicar mediante una
ecuación por qué todos los hipsters visten igual, ahora un biólogo de la
Universidad de Australia del Oeste, el doctor Cyril Grueter, ofrece una
explicación evolucionista a la razón por la que los modernos se están dejando
barba.
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Como explica en su estudio, publicado en la
revista Evolution and Human Behaviour, los primates macho han desarrollado unos
distintivos cada vez más ostentosos para aumentar su atractivo sexual y tener
ventaja sobre otros machos a la hora de atraer a las hembras.
Gruetes y sus colegas han investigado el
comportamiento y los atributos de 154 especies de primates y creen que estos
distintivos son más llamativos en las especies donde el conflicto físico y
social es común y el reconocimiento individual es limitado. Cuanto más activa y
más multitudinaria es una sociedad, mayor esfuerzo deben hacer los machos por
destacar. Los orangutanes tienen unas grandes mejillas, los monos narigudos una
napia gigantesca, los langures de nariz chata una verruga en el labio superior…
Y los hipsters tienen sus barbas.
Un atributo
de masculinidad
Según explican los investigadores australianos,
el hombre contemporáneo (y moderno) no sólo tiene que competir con cientos de
semejantes en el mundo real, además tiene que superar a todos los competidores
que pululan por la red. Afeitarse hace que se aparten de ti las mujeres que
buscan compañeros más poderosos.
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Las barbas
se vuelven a poner de moda en cuanto la competencia por las mujeres es mayor
“Cuando vives en un grupo pequeño en el que todo
el mundo se conoce no hay ninguna necesidad de señalar tu calidad y
competitividad a base de adornos”, explica Gruetes. “Por el contrario, en
grupos grandes en los que los individuos están rodeados de extraños,
necesitamos distintivos para evaluar la calidad y la fuerza de cada persona, y
es ahí donde entran en juego los ornamentos”. Y no sólo hablamos de las barbas.
“En el caso de los humanos, también se incluyen complementos como la decoración
corporal, las joyas y los artículos de lujo”, asegura el científico.
En opinión de los investigadores las barbas se
vuelven a poner de moda en cuanto la competencia por las mujeres es mayor. Así
ocurrió, por ejemplo, en Reino Unido entre 1842 y 1971, cuando había pocas
mujeres casaderas y los hombres tuvieron que dejarse grandes barbas y bigotes
para conquistarlas.
Según estos investigadores ser hipster no es una
decisión que tenga que ver con la cultura o la moda, es tan sólo un recurso
evolutivo. El problema es que, a este paso, lo distintivo va a ser
afeitarse.
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